El año pasado hubo 199 suicidios en el Estado, número que continúa ubicando a la entidad en los primeros lugares a nivel nacional con este problema.

Una gran parte de las personas que decidieron quitarse la vida estaba alcoholizada; y esto no deja de sorprenderme. Las condiciones en que se encontraba permiten tener un panorama más amplio del problema, en el que observamos la relación directa del fenómeno del suicidio con las adicciones, particularmente con el consumo del alcohol.

Un estudioso de este fenómeno, el Dr. Salvador González Gutiérrez, quien hasta hace unos meses fue jefe del departamento de prevención de depresión y suicidio de la Secretaría de Salud, afirma que el porcentaje de población que se suicida durante una ingesta de alcohol asciende a más del 80 por ciento.

De acuerdo con información de esta Secretaría, el año pasado hubo 2 mil 444 casos de intoxicación aguda por alcohol que, si bien fue menos que en el año 2019 seguramente como resultado de la disposición de “ley seca” del gobierno estatal para enfrentar la pandemia de COVID19, no fue motivo para evitar que nuestra entidad siga ocupando los primeros lugares de alcoholismo en el país. Desde el 2012 va a la cabeza de esta problemática, por encima de la ciudad de México, a pesar de que ésta cuenta con una población 10 veces mayor que la de Yucatán.

Las estadísticas están integradas solamente por los casos de intoxicación alcohólica que son atendidos en los hospitales; pero las cifras se quedan cortas si se toma en cuenta que no toda persona que es alcohólica llega a un hospital. O sea, hay subregistros en las publicaciones oficiales; y lo más grave, existe negación sobre este grave padecimiento.

¿Por qué es urgente atender el problema del alcoholismo? Muy simple: porque el alcoholismo, además de producir alteraciones en el organismo de quien consume, impacta en la calidad de vida de quienes conviven con el alcohólico. Decae la salud física, mental y emocional del enfermo, pero también de aquellos que forman parte de su círculo más cercano. La depresión y la ansiedad son dos de varios efectos.

Imagínense qué pasa por la mente y las emociones de un niño que tiene un papá o una mamá alcohólica. Problemas de violencia de todo tipo, descuido y abandono son comunes en sus hogares.

Mucho se habla de la seguridad y la calidad de vida que identifican nuestra tierra, sin embargo, algunos problemas sociales aún no resueltos, como el alcoholismo, requieren atenderse de manera inmediata para mantener tales características.

Más allá de restringir o prohibir la venta de alcohol, se requieren políticas públicas que consideren los contextos y las implicaciones de la enfermedad con el fin de prevenirla y atender a la población afectada.

 

 

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