Recuerdo que de niña era común salir en bicicleta con mis amigas y amigos al parque de la colonia Esperanza. Si bien el recorrido para llegar era de tres calles, teníamos que cruzar la transitada 59, por donde pasaba una buena cantidad de vehículos.

Nunca tuvimos mayor percance que la de alguna caída en el parque. Íbamos y veníamos en bicicleta sin mayor problema, pues los automovilistas bajaban la velocidad al vernos y, en muchas ocasiones, se detenían por completo para dejarnos pasar. Recuerdo que la recomendación de mi papá siempre era “pegarse a la derecha”, como una medida de seguridad.

De esos lejanos años no queda nada. La ciudad de Mérida ha crecido sin planificación alguna en materia de desarrollo habitacional, lo mismo que el número de vehículos que a diario transitan por sus calles y avenidas. Ni qué decir del anillo periférico convertido en una vía insegura para quienes se transportan en bicis y motos.

Hace unos días leí una nota en la que se señala al periférico de Mérida como la segunda arteria vial más peligrosa del sureste mexicano, pues ocupa los primeros lugares entre las calles y avenidas más mortales del país.

Frente a este panorama encontramos las exigencias de grupos de la sociedad civil, que buscan mejorar la movilidad y dar mayor protección a los ciudadanos que optan por el uso de la bicicleta como transporte. Para resolver esto, el gobierno del estado y el ayuntamiento de Mérida presentaron un plan de ciclovías que actualmente se encuentra en desarrollo.

De esta manera, observamos cambios que han generado opiniones de todo tipo y, por supuesto, polémica; Es el caso de la ciclovía en el Paseo Montejo, una de las avenidas con mayor tránsito vehicular de la capital, donde fueron colocadas “boyas” para delimitarla. Una infraestructura considerada inadecuada.

Aunado a lo anterior, en la página de la agrupación de ciclistas Cicloturixes se puede leer la petición de colocar letreros para que tanto automovilistas como ciclistas tengan precaución a la hora de transitar o estacionarse en Montejo, ya que muchas veces ha pasado quienes conducen su bicicleta son golpeados con las puertas de los automóviles, debido a que la distancia entre el área de estacionamiento y la ciclovía es muy pequeña.

Algo que no debería pasar si se hubiera respetado el Artículo 218 del Reglamento de Tránsito Vehicular donde claramente se menciona que entre el automóvil y la bicicleta debe existir 1.5 metros de distancia. De esta manera, aún con la puerta abierta, no se estorba a quien transita por la ciclovía.

Asimismo, hay quienes señalan que por el reducido número de ciclistas que transitan en Paseo Montejo, no hacía falta abrir una nueva vía, sobre todo si se toma en cuenta la dinámica comercial, de servicios, escolar, etc., que caracteriza a la zona.

Como ciudadana y comunicadora me atrevo a opinar que, si bien resulta necesaria una transformación de la ciudad para la accesibilidad en el uso de la bicicleta, lo que implica un cambio hacia lo sostenible, hace falta una mejor planificación para lograrlo.

No basta con la colocación de boyas y la pinta de señalamientos para abrir ciclovías; se requiere de la voluntad política y de un mayor compromiso para planear mediante estudios serios y abiertos a la ciudadanía. Si se hicieron estos estudios me gustaría saber dónde se pueden consultar y qué impacto tendrá en el largo plazo la apertura de ciclovías en Mérida.

A la par de la modificación de calles y avenidas es indispensable el diseño de programas que permitan el desarrollo de una cultura vial ciudadana donde el respeto hacia los demás sea el eje. Ojalá que un día haya la suficiente conciencia del valor que tiene la vida; la propia y de los otros.

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