¡No responsabilicemos al lenguaje!

No estoy a favor del lenguaje incluyente. Lo siento, pero no. Esa fue mi respuesta cuando me preguntaron sobre su prohibición en Argentina.

El gobierno de Argentina anunció ayer la prohibición del uso del lenguaje inclusivo y con perspectiva de género. Ya no se usará la letra -e, la arroba (@), así como se evitará la “innecesaria inclusión del femenino en todos los documentos”. Ahora se exigirá en ese país el uso correcto del idioma castellano.

Considero que el lenguaje incluyente va más allá de “el y ella”, de “los y las”. Si se trata de reconocer la existencia de la diversidad sexual, el reconocimiento a los logros de las mujeres y la no discriminación, entonces no es el lenguaje lo que está errado, más bien es el criterio y el pensamiento de las personas. Precisamente por esto no estoy a favor del lenguaje incluyente.

De qué sirve que hablemos con un lenguaje incluyente si en la práctica seguimos subordinando lo femenino con lo masculino; si seguimos haciendo comentarios peyorativos como: “ese es trabajo de mujeres”, “no es de hombres llorar”; o “calladita te ves más bonita”.

¡Claro que todos debemos reflexionar sobre el uso del lenguaje! Como locutora y por lo tanto, practicante de la expresión oral, debemos procurar hablar de manera clara y breve, sin tanta palabrería. Hay personas y sobre todo los políticos que creen que por su forma de hablar pueden generar más empatía en la población.

Esto se puso de moda con personajes como Vicente Fox cuando intentaba expresarse con igualdad de género e iniciaba su discurso diciendo “Las mexicanas y los mexicanos” (¡cómo me aburría oírlo!) pero en la práctica no podía olvidar su lenguaje sexista como “lavadora de dos patas” al referirse a manera de chiste a las mujeres amas de casa; y de manera más reciente al referirse a la esposa del gobernador de Nuevo León como “dama de compañía”.

El lenguaje no es solo lo que decimos, también refleja cómo pensamos y sentimos. Nuestro lenguaje en México es sexista porque es el reflejo de una ideología machista y misógina. Tampoco es responsabilidad de los hombres. ¿Cuántas veces no he escuchado a las mismas mujeres referirse a otras con adjetivos descalificativos? Cambiar nuestra manera de pensar en este país no es fácil, llevará muchísimos años, tal vez cientos.

Hablar con perspectiva incluyente es referirse con honestidad y sin sorpresa ni agradecimiento, al hombre que cuida a sus hijos o prepara la comida; a la mujer que despacha en una gasolinería; al niño que en sus primeras decisiones prefiere vestirse con un tono rosa, o a la niña que decidió por el futbol. ¡No responsabilicemos al lenguaje!

Compartir este post